Por Sergio F. Carbone

Magister y Profesor en Filosofía

 

 

 

 

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AFORISMOS FILOSÓFICOS: FRACTURA (2005)

 

 

Me gusta escribir porque de ese modo tengo la sensación que la naturaleza nos negó a los varones: la de parir.

Cada vez que termino un escrito siento que tengo un hijo más.

 

 

Un filósofo es alguien que trata de encontrarle sentido a la vida y al mundo sumergiéndose en el terreno de los conceptos teóricos- contemplativos- y nos "vomita la verdad" para que volvamos a ella como absoluto o como horizonte menesteroso de búsqueda; solo en este último sentido, el filósofo y su discurrir pueden cambiar el mundo, como ya sucedió en la Francia de 1789 y en la Rusia de 1917. Pero solo en este sentido, sin expectativas a largo plazo y con poca capacidad para encarar aquello que fue el alimento del germen filosófico en la antigua Grecia: el diálogo.

La Francia de 1789 desembocó en el imperio napoleónico, y la Rusia de 1917 en el stalinismo, luego en la caída del muro de Berlín.

Estas no son derrotas de los impactos de la filosofía en la sociedad, son justamente consagraciones históricas de la filosofía como herramienta de búsqueda y transformación, no de absolutismo dogmático.

 

 

¿Acaso la filosofía no fue  (salvo en los griegos) casi siempre cortesana de los poderes de turno donde la política es uno más y tuvo en la historia del pensamiento también períodos neutros en su influencia? Tal vez, otros poderes la hayan condicionado más (sobre todo en los últimos tiempos).

Nuestra mirada debe ser sinóptica si no queremos caer en la chatura y la flaqueza del pensamiento. No olvidemos que la filosofía fue hasta una preparación para la muerte; no hay "modo de vida filosófico" sin un cabal pensamiento filosófico.

 

 

¿Tiene sentido hacer filosofía de la filosofía? Seguramente ha de tenerlo, porque casi todos los filósofos de una u otra forma lo hicieron; pero, ¿le quedará algún lugar para rótulos definitorios a la filosofía?, ¿o querrá ser ocupada por otras preguntas más comprometidas con la realidad que toca a todos, incluso al idiota que teoriza creyéndose un ilustre apartado?...

Si la filosofía no sirve para cambiar nada no es nada. Pero para esto es necesario dialogar; con los otros y con la filosofía misma. Hay que elevarla de cortesana a lo que debió ser siempre: cuestionadora.

 

 

Sería mejor que la filosofía se dedicara a profundizar en como hay que enfrentar nuestra muchas veces desesperante existencia, más que buscar lo que "se dice" que hay que descubrir.

 

 

La vida es un puente entre la nada prenatal hasta la nada post-mortem. Pensar en la muerte es como pensar en la nada: no podemos; es impensable. Esta es la plataforma de nuestra angustia.

¿Dios, inmortalidad del alma?..Son incógnitas que se identifican con la nada; confundidas muchas veces con certezas, se desnudan como ideas ilusorias.

 

 

Las únicas certezas de la vida son los vaivenes de nuestra subjetividad y nuestra finitud. Ni siquiera "Su Majestad" la matemática nos puede brindar verdades absolutas.

¿Que decepción, no?...

 

 

La condición para buscarle sentido a la vida radica en el hecho de no saber cuando daremos el último suspiro.

 

 

"Perdónalos padre porque no saben lo que hacen". Y era cierto, porque de haber sabido lo que hacían, algún sensato hubiese evitado esa crucifixión y todo lo que vino después: conversiones forzosas, hostilidad hacia la ciencia, Inquisición, persecuciones, riquezas vaticanas puestas en mesas de dinero y sus conexiones con la mafia, Opus Dei, etc, etc. El único problema de la salvación del no crucificado hubiese sido la muerte de su delirio místico.

 

 

La filosofía que no se compromete con la desesperación individual y universal de estos tiempos es pura especulación erudita, distracción académica; algo así como una prostituta que hace pasar un rato ameno y luego deja a su cliente en la triste soledad del desamparo.

 

 

Desde hace 2500 años, la antropología filosófica nos brinda distintas definiciones de lo que es el hombre: animal político, criatura de Dios, homo faber, animal simbolico, etc, etc. Todas son parciales, porque abordar la esencia humana en su total complejidad es como pretender abrazar un océano. Aceptar las limitaciones de la filosofía es un sano aprendizaje que la propia filosofía no suele darnos.

 

 

El cientificismo fue desplazando de la escena intelectual a la filosofía, y esta respondió de manera obsecuente erigiéndose en reflexión teorizante de la ciencia instalada como "moda"

 

 

¿Hay verdades filosóficas? No, la anarquía de los diversos sistemas filosóficos nos da la pauta de esto.

La verdad es una idea regulativa; algo así como el horizonte; marchamos hacia él y nunca lo alcanzamos, pero si volvemos nuestra mirada veremos que el camino recorrido es cada vez mas largo. Si poseyéramos la Verdad no seriamos simples mortales.

 

 

No puede haber humanismo sin un cambio social, político y económico radical. Un humanismo basado en la empatía es imposible en un mundo donde la hendidura entre las clases sociales se ha transformado en un abismo.

 

 

Todos los "ismos" que no se someten a crítica son hijos del fanatismo, y por ende compatibles con la ceguera racional.

 

 

La diferencia entre un ídolo y un héroe estriba en que el primero posee una virtud y es venerado por ello.

El héroe está varios escalones por encima del ídolo porque es alguien que consagra su vida a un ideal (incluso a veces la pierde).

La sociedad capitalista (por una sarcástica conveniencia) hizo descender a algunos héroes al rango de ídolo (lo hizo con Guevara por ejemplo) transformándolo en lo último que hubiese querido ser: un objeto de consumo.

 

 

Lo único que habla por sí solo es el arte; no necesita intérpretes ni traductores ni críticos

 

 

La filosofía, la ciencia y la literatura siempre han querido ser depositarias de la palabra, pero el lenguaje es limitado en cualquiera de sus formas. El arte es la única instancia superadora de la palabra.

En cuanto al arte de la palabra (la literatura) puede expresar en un párrafo más verdades que toda la filosofía y la ciencia juntas.

 

 

Enseñar filosofía no puede limitarse a transmitir lo enunciado por los hombres de la historia del pensamiento, eso sería tan chato como el pensamiento de algunos de esos hombres. Enseñar filosofía es contribuir a formar cabezas filosóficas, sin inculcar nada dogmáticamente, sino haciendo de la filosofía un ejercicio del pensamiento critico y del cuestionamiento fundamentado.

 

 

Paradójicamente, la grandeza de la filosofía radica en el mismo motivo que su propia miseria: su valor es intrínseco a ella; esto la distingue de los otros saberes pero al mismo tiempo la aleja de las mismas problemáticas que ella se plantea.

 

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