Por Sergio F. Carbone

Magister y Profesor en Filosofía


 

FILOSOFÍA Y PASIÓN: RECREACIÓN DE LA TRAGEDIA DE ABELARDO Y ELOISA. CUENTO FILOSÓFICO: FUTURO AMOR (2011)


 

Eusebio era un notable científico y Yolanda una enamorada de la vida. El joven astrónomo y filósofo adquiría cada vez más prestigio. Logró refutar una teoría astrofísica de Europa (el segundo satélite de Júpiter), lo cual le había permitido al Dr. Hummers conquistar el Premio Nobel de Física, en una época que la ciencia se debatía entre teorías sobre sectores cada vez más acotados de la sociedad.

De no ser nadie pasó a ser famoso en el mundo entero y tener acceso a toda la tecnología; dentro y fuera del laboratorio universitario (la máquina que filmaba los sueños, una biblioteca con cinco millones de ejemplares en un circuito del tamaño de una aspirina, etc.).

Eusebio obligó humillantemente al Dr. Hummers a que se retracte en público. Esto fue el hundimiento para Hummers y la victoria absoluta para Eusebio. El joven científico y filósofo de escasos veintiséis años era merecedor de aquello que deseaba como la fresca lluvia de un día estival, pero jamás pensó que iba a llegar tan temprano.

Eusebio revolucionó la tecnología de su época, era un inventor genial y vivía en la cima del poder que da el saber. Al año recibió el máximo galardón existente y luego de unos años, conoció a Yolanda, que era políglota, simpática, alegre y para colmo linda. Sobrina de Lucrecio, un hombre dedicado a la química que frecuentaba los escenarios académicos y filosóficos donde Eusebio era el rey.

Eusebio puso en marcha un plan estratégico para obtener la confianza extracientífica de Lucrecio convenciéndolo de que debía enseñarle a Yolanda filosofía, aritmética, geometría, astronomía y música (olvidé de decir que Eusebio era un excelente pianista).

-La mejor alumna requiere el mejor profesor y, la conjunción de ambos constituye garantía de éxito – le dijo a Lucrecio, y éste no pudo dar por tierra ese argumento.

Eusebio no fue honesto. Sedujo a Yolanda en todas las clases con su genio, su fama y su actitud paternal (porque él tenía cuarenta y ella dieciocho). La cuestión estriba en que los encuentros filosófico-científico-artísticos entre Eusebio y Yolanda se transformaron en apasionadas sesiones lujuriosas.

Una tarde Lucrecio los encontró haciendo el amor y ante el asombro e indignación de éste, Yolanda le comentó que estaba embarazada.

Había sido usada por Eusebio, pero con el correr de las semanas se produjo un hecho inesperado y grave: Eusebio descubrió que estaba enamorado de Yolanda. Ella lo quería como era, como quería la libre vida.

Lucrecio dudaba entre descargar su ira sobre Yolanda o el mismísimo Eusebio. A propósito de éste, se apresuró a enviar a Yolanda a casa de un matrimonio amigo y durante esos días nació Leandro, el chico escondido del escándalo.

En una sociedad tan moralista y además perteneciendo a una rigurosa secta filosófico-mistérica (que seguía las ideas de San Anselmo y su Argumento Ontológico de la existencia de Dios), Eusebio se vio en la obligación de pedirle a Lucrecio que el casamiento fuera secreto, pero los problemas se multiplicaron. Yolanda no quería casarse (temía que Lucrecio no mantuviera el secreto), lo cual implicaba el derrumbe de la carrera de Eusebio. Yolanda pudo arruinar al hombre que amaba para asegurarse que lo tendría siempre junto a ella pero sin embargo optó por el engrandecimiento de Eusebio, por querer todo para él. Le propuso ser amantes y Eusebio insistió con el casamiento secreto porque quería unirse ante Dios con Yolanda, quien aceptó convencida que sería un error. Pero el secreto del casamiento no trascendió; la gente pensaba que Eusebio había abandonado a Yolanda. Lucrecio rompió el secreto y divulgó la verdad.

Resultó ser que Yolanda vivió como laica en un convento de monjas y solo nuevamente el secreto los unía. Lucrecio ante el descubrimiento general se hundía precipitadamente.

La suerte de Eusebio estaba sellada. Lucrecio (también miembro de la secta secreta a la que peretenecía Eusebio), desparramó todo lo sucedido (aunque los informantes de la secta ya lo sabían). Eusebio fue sometido al castigo que el organismo tenía en su normativa para los infieles al celibato prenupcial: la castración y la expulsión.

Eusebio, empapado en angustia decidió ser monje y Yolanda – como siempre – lo entendió, es más, le pidió a ella que tomara los hábitos y ella, como siempre, volvió a ceder.

Eusebio sabía que su carrera había terminado, pero Yolanda había nacido para amar la vida…, y no lloró.

Poco que ver con lo monacal habían tenido ambos, y ahora…,¿cómo seguir? Cada parte encontró un camino diferente ante esta pregunta, tanto que Yolanda vivenció su romance de joven con energía y altruísmo, prefería dejar a Eusebio para que no se sintiera un prisionero y que los demás tampoco lo interpretaran así.

Eusebio tomó la determinación de consagrarse a Dios; ya no podía ser un hombre en el sentido carnal del término; su ascetismo lo condujo a dejar la ciencia y elevarse más allá de lo físico.

En la abadía escribió mucho y se metió en problemas. Trató el tema de la trinidad (desde la teología filosófica y la bíblica) con autonomía y su obra fue quemada. Más tarde se interesó por la historia de la abadía y su olfato de investigador científico lo llevó a descubrir las diferencias con la historia “oficial” de la institución. Para colmo criticó a algunos monjes… Llegó muy lejos. Eusebio recibió la propuesta de ser abad en una abadía cercana; se presentó y se encontró con monjes corrompidos y violentos, lo habían elegido porque lo creían como ellos. Cierto es que Eusebio dio marcha atrás; se quedó a “cambiar la vida de los sacerdotes”, al mismo tiempo que le entregaba su Premio Nobel al Papa, sentía que no le era propio, que era cosa del mundo material, además ya no se dedicaba a la ciencia.

Yolanda (que había tomado los hábitos por Eusebio), desarrolló su tarea con excelencia, aunque la abadía donde se desempeñaba fue demolida y obligada a buscarse otro lugar. Eusebio acudió en su ayuda poniendo el dinero que le había dado el Nobel para hacer una capilla pegada a un pueblo pobrísimo. Yolanda se fue transformando en una religiosa con el prestigio que dan la sensibilidad y el altruísmo. A pesar de su abnegación nunca olvidó que era monja por Eusebio y jamás dejó de considerarse su amante, aunque suspirara ante lo perdido. Llegó a sentir repugnancia por Dios, lo consideraba perverso; no los había castigado cuando pecaron sino cuando habían legitimado el episodio.

Eusebio vivenció esto como la mayor angustia de su vida monacal. Trató de convencer a Yolanda para ascender de lo físico a lo metafísico; del amor sensible al divino.

La relación se tornó epistolar. Yolanda, en su postura de subrayar el vínculo humano y Eusebio intentando convencerla de rebasar el límite de lo fenoménico y ser su hermano en Dios. Pero no lograba dominarla.

Eusebio pasó sus últimos días como monje nómade, las puertas se le cerraban y no logró llegar otra vez al Papa. Junto a un grupo de monjes adeptos murió. Yolanda, al enterarse pidió el cadáver, el cual viajó en secreto. Ella vivió algunos años más. Nunca sabremos si llegó a Dios o la apuntaló su amor por Eusebio. El cuerpo de éste reposó junto al de Yolanda…, algunos dicen que la abrazó en la tumba.

…………….


 

Olvidaba algo; hay un ser omitido en el relato: Leandro, el hijo de ambos. El muchacho, a pesar del entrañable cariño que sentía por sus padres se había ido tempranamente.

Tal vez su elección fue el más genuino ejercicio de libertad en esta historia que seguramente sucederá…